La Otra Cara del Oeste – Caso de análisis: Westerns Modernos

Fuente: magnoliaforever

Hay una escena específica que resume a El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford, un western de 2007 dirigido por Andrew Dominik que llegó a ser tildado de obra maestra. La escena alude al nombre de esta pieza, enseñando al protagonista y al hombre que lo asesinó recreando la acción a la que refiere el título. La muerte de Jesse James, interpretado por Brad Pitt, es el pináculo de esta película, y para ver el mismo es necesario cruzar unos aproximados 150 minutos que le dan sentido al filme de Dominik. Con ese título, está claro que el final de la historia no es una sorpresa, ni tampoco una recompensa, incluso si dicha escena es soberbia. No, la importancia yace en todo lo demás, en como una de las personas más importantes en la historia de los westerns recibía la cinta más desarrollada y autentica de su persona. James fue un proscrito legendario de los Estados Unidos, y él, como personaje, formó parte de decenas de películas. Lo extraño fue ver como no recibió un trato genuino hasta el siglo XXI.

El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford nunca se portó como un western tradicional. Precisamente, no se dedicó a seguir los pasos de sus personajes en diferentes secuencias de acción, disparos o robos. Tomó un excesivo tiempo para entregarse al desarrollo, y en esa entrega dejo que la simpleza del western se convirtiera en un puro y efectivo drama. El Asesinato de Jesse James no fue el primer largometraje en transitar esas aguas, pero si se unió al mejor cine que la primera década del siglo XXI pudo ofrecer. Se trata de una sensibilidad única, unida al género más clásico, y sostenido con destreza a favor de una sola meta: la profundización. Aun con las reseñas entusiastas, la película fue un completo fracaso económico que ni la presencia de Brad Pitt o un elenco lleno de estrellas fue capaz de solucionar. Este tipo de película empezó a volverse una anomalía en los años que la seguirían, presenciando una era de westerns que carga con una responsabilidad diferente. Con el siglo XXI, el western entró en una nueva era en la que debió enfrentar una dura realidad; que ya no era el género más icónico del cine, y que su trayectoria debía enfrentarse a un cambio.

El western ha existido por más de cien años. Desde que la icónica The Great Train Robbery impactó en 1903. Aun con diez minutos de duración, la película de Edwin S. Porter introdujo conceptos que el séptimo arte nunca dejó atrás. El western es el tipo de género inmortal, que ha muerto y revivido de diferentes maneras, respondiendo a todo lo que suponía la época en que se producía. Los tiempos han dado toda clase de películas acerca del lejano y peligroso oeste, y éste se ha transformado en una pieza única, que será uno de los mayores hitos del cine por siempre, aun en sufrimiento. Durante un siglo, el western se reinventó en ciertos sectores, sin embargo, su naturaleza y elementos nunca dejaron el escenario. Los forajidos, los enfrentamientos, las cantinas, las persecuciones a caballo, los asaltos sobre trenes; todos estos factores han forjado al género, e incluso sus reconstrucciones los mantienen. No obstante, la restauración de los westerns invita otras variedades al oeste, en busca de apuntar a nuevos espectadores. Ese público es uno que definitivamente no creció en una época de grandes westerns y necesita nuevas maneras de verlo.

Inspirarse en un western ha sido algo obvio durante largos periodos de tiempo, de hecho, la propia Star Wars de George Lucas partió de una simple base: un western en el espacio. Series como Firefly continuaron esa misma idea, pero la galaxia no fue la única frontera. El western ha convivido con otros géneros desde siempre, y ya sea que los hermanos Coen fabriquen una película del oeste como Sin Lugar Para los Débiles o George Miller convierta lo post-apocalíptico en un cine de vaqueros y forajidos con Mad Max, el lejano oeste siempre será una inspiración para historias legendarias. Dicho eso, lo peculiar es la forma en que el género de cowboys ha sobrevivido en los 16 años del siglo XXI, al enfrentarse a una audiencia cansada y poco dispuesta frente al western acostumbrado; y por lo tanto, lidiando con una nueva forma de inspiración.

La falta de interés contemporánea llevó a la presentación de películas combinadas, plantando distintos géneros dentro de todas las obviedades del oeste estadounidense. Esto fabricó comedias, superproducciones, cintas de terror y hasta de ciencia ficción. Los años 2000 no fueron los pioneros en todo esto, pero si son culpables por la producción más pronunciada de westerns que se alejan del tono, ritmo y disposición usual del género.

Hay dos formas de ver el western del siglo XXI, una optimista y otra derrotista. Empezando por la segunda, ésta significa ceder al hecho de que el western aún existe como lo hace debido a que nadie quiere verlo morir. Merece un resurgimiento a sus indudables días dorados donde Hollywood producía películas de este género en cantidades industriales. Para no verlo perecer, un renovado Hollywood debía reconfigurarlo para nuevos espectadores acostumbrados a la agilidad del cine contemporáneo y no al pausado paso de los filmes de cowboys. Es así que aparecen remakes como Los Siete Magníficos, animaciones como Rango o cine taquillero como El Llanero Solitario. No obstante, el lado optimista de la situación se inclina por la falta de exploración, después de todo, un siglo con los mismos tonos y recursos es suficiente. Si algo ha demostrado esta década sobre el western, es que aún quedan historias por contar dentro de él, incluso si algunas son mediocres, y que su potencial nunca fue tan prometedor como hoy. Es una buena visión del género, y con ella llega un análisis más detallado, centrado en cómo se presentan los nuevos híbridos del oeste a los espectadores más escépticos.

Fuente: movies2watch

El público objetivo es clave para comprender dónde se coloca cada película en esta nueva etapa del western. Aquí entran elementos que diferencian a un film de otro, aunque en ámbitos generales, es el lenguaje audiovisual el que delata al western de haber cambiado. Sin importar el contenido que busquen narrar, no cabe duda de que los westerns de hoy no se ven ni se sienten como lo hacían hace varias décadas. Las historias pueden llegar a ser las mismas, pero hasta presenciar una historia de forajidos clásica puede expresar algo diferente por como se ve y se siente.

El western tiene el tipo de magnitud que, en sus momentos más ilustrativos, logró hacer que uno de sus planos más memorables y básicos se tornara en punto de referencia para todo el lenguaje audiovisual. Me refiero al plano americano, un tipo de plano que hasta el día de hoy mantiene sus inicios ligado al western. El plano refiere la captura de una persona desde la cabeza a las rodillas, algo básico para las películas que constantemente lucían héroes con armas de fuego enfundadas en sus cinturones. Hay un valor institucional por parte del western que implica mucho a nivel audiovisual, sin embargo, la forma de utilizarlo carece de esa misma importancia cuando se observa el western moderno, dónde las tradiciones se han roto y las posibilidades se han multiplicado.

Hay directores y películas que han tomado el western de las manos de los maestros, continuando su trabajo con el respeto y cariño requerido. El lenguaje impuesto por artistas respetados como Sergio Leone (El Bueno, el Malo y el Feo), John Ford (The Searchers) o Sam Peckinpah (The Wild Bunch) ha tenido seguidores que carguen su antorcha, pero según lo transitado en el siglo XXI, es difícil que podamos determinar a un nuevo maestro del género como los ya mencionados. Si se tomara por ejemplo a Quentin Tarantino, un cineasta ambicioso y autor de dos westerns en la segunda década de los años 2000, está claro que nadie lo llamaría un maestro del género. Sus dos aportes en el tema fueron Django Sin Cadenas y Los Ocho más Odiados, películas muy inspiradas en los clásicos y unidas a las ideas de Tarantino como director y guionista. Ambas cintas son completos híbridos en su género, y aun con su perfecta ejecución, nada de ellos los catapulta al olimpo de los westerns, ya que arriban en una realidad extraña para el género de los revolvers y caballos. Una realidad que ha permitido un giro dentro de lo técnico.

El primer giro yace en la forma de presentar un western moderno. La época que vivimos es el amanecer de la era digital y formatos más grandes. Es así que los nuevos westerns han adquirido una relación de aspecto casi única entre todos ellos, una de 2:39:1. Para trazar la comparación, La Diligencia de John Ford se presentó en 1.37:1, The Searchers en 1:85:1 y la versión original de Los Siete Magníficos en 2:35:1. A su vez, el aspect ratio no fue el único cambio en formato, sino que la tecnología digital también se impuso sobre los resultados. No todas toman ese camino, pero el digital forma parte de los westerns, y les ha garantizado una fachada mucho más reluciente y definida.

Si se analiza, el western tiene momentos audiovisuales bastante marcados según épocas. Aun así, esos momentos fueron evoluciones lógicas. El lenguaje siempre ha estado orquestado por continuos planos generales, que se encargan de establecer el nivel de espacio y soledad a la que se enfrentan los protagonistas. A su vez, los planos americanos cubren la otra tradición del western, medir a los personajes teniendo en cuenta la importancia de su cintura. Sergio Leone fue un pionero al incluir primerísimos primeros planos en la ecuación con buena acogida por parte del lenguaje. Esto ocurrió porque sus métodos cumplían con el propósito al que el género refiere. Las películas modernas también abrazan nuevos propósitos, pero en busca de nuevas audiencias, y es por eso que admiten nuevos lenguajes.

Fuente: filmoteca

Regresando a Tarantino, es sencillo notar el cariño de este director sobre el género. De hecho, Los Ocho más Odiados es un trabajo bastante obsesionado con los planos generales. Tanto que llevó al cineasta a idear encuadres casi imposiblemente amplios dentro de una sola locación. Eso es cariño hacia el western, pero el mismo es usado en formas inesperadas que obedecen a los géneros que subyacen de esta cinta, como el misterio, el suspenso e incluso la comedia. Como expresé anteriormente, no es solo la naturaleza del género lo que se reconfigura, sino que también es el lenguaje el que cambia. Con una suerte de misterio ideado en los ambientes del peligroso oeste y el tipo de peonajes que éste suele ofrecer, Los Ocho más Odiados es un primer ejemplo que ilustra el hibrido uso del western en tiempos modernos, donde no está prohibido experimentar y el cambio es inminente.

Si Los Ocho más Odiados propone cambios de acuerdo al relato que pretende contar, el caso de Django Sin Cadenas, también de Tarantino, es un ejemplo mucho más claro de lo permitido por los años recientes en los westerns. Django es protagonizada por una sensibilidad técnica demasiado abrazada a su autor. Por lo tanto, la película es el absoluto choque entre el western, Tarantino y la esclavitud, tratándose de un argumento que pone a un esclavo volviéndose un caza recompensas. Desde un punto de vista general, Django se convirtió en una institución dentro del western contemporáneo, sumando a la noción de que el género ha ido presentándose de otras maneras a las nuevas audiencias. Esas maneras refieren a lo técnico, no solo lo argumental, y en el caso de este filme, los cambios son notorios en los colores, los tonos y hasta la música. Si bien usa locaciones clásicas de otros westerns, en Django Sin Cadenas todo se ve reluciente y radiante, especialmente la sangre, que es lanzada hacia la pantalla en litros. Eso último refiere al alma caricaturesca de toda la película, ya que ésta cambia su entonación de un minuto a otro. Y así de inmediato es que la cinta ofrece zooms rápidos, enfoques extremos, slow-motion y un lenguaje sin precedente en el western debido a su dinámica. La música también significa un punto de comparación notable. Si bien Tarantino contó con el trabajo del maestro compositor Ennio Morricone en Los Ocho más Odiados, con Django usó una enorme serie de canciones modernas y antiguas para orquestar la historia. Ese sin duda fue el mayor cambio en comparación con otros westerns, dado que el factor demuestra la participación contante de una mentalidad contemporánea.

Sobre esa contemporaneidad, nada supera al concepto de superproducción moderna. La misma ha trascendido el nivel cinematográfico a un lugar mucho más común y seguro. Este tipo de película creada en Hollywood se asegura la menor cantidad de riesgos, por lo que adherir eso a un western llevó al género en otra dirección más lineal y menos sincera con sus raíces. Referente a los westerns creados en los estudios más influyentes y con los presupuestos más grandes, los resultados que hemos obtenido han variado entre producciones como Wild Wild West en 1999, Cowboys & Aliens en 2011, El Llanero Solitario en 2013 y Los Siete Magníficos en 2016. Todas estas películas, dejando de lado su calidad, abandonan el lenguaje y ritmo del western para cumplir con esa mencionada dirección con la que se mueve el cine más grande de Hollywood. Los planos son propios de una película de acción, y van más al punto en vez de darle sequedad a los entornos. Las escenas que efectivamente son de acción y buscan emocionar al publicó lo hacen al ritmo de un tiroteo excesivo y poco natural para el western.

Los simples duelos en estas producciones son casi inexistentes debido a la suma de explosiones desmedidas, artilugios incoherentes o agregados por computadora. Los efectos digitales son indudablemente notorios en algunos casos, pero en otros se usan para adornar factores tradicionales que antes no requerían de pirotecnia o movimientos de cámara imposibles. Por ejemplo, la persecución final en El Llanero Solitario ocurre sobre un par de trenes moviéndose en dos vías distintas, mientras los protagonistas se trasladan entre ambos para derrotar a los villanos. La secuencia es imposible de construir solo con efectos prácticos, y la tecnología es la salvación para crearla. Sin embargo, todo lo que vemos en pantalla emplea una ejecución moderna que se asemeja más a un enorme despliegue de efectos cautivadores en vez de una clásica persecución de trenes. Todo esto no es decir que la misma sea defectuosa, de hecho es increíblemente satisfactoria acompañada de la Obertura de Guillermo Tell. No obstante, no hay forma de justificar que estemos hablando de un western antiguo, este es un hibrido que responde a lo que el público moderno aparentemente busca y no lo que el género tradicional acostumbró durante tanto tiempo. Una simple escena en la que Johnny Depp salta de un tren a otro es capaz de argumentar todo esto, ya que la misma es unida mediante efectos visuales y chromas. Ambos son notorios en pantalla y resultan en una imagen distorsionada que es imposible de confundir con algo real, lo que sí ocurría con los clásicos.

Los Siete Magníficos es un remake de una obra clásica del western, y es importante tener eso en cuenta, ya que la versión de 2016 es claramente inferior por una razón. Ésta sigue la misma fórmula de la original, que también es una película de acción y un remake (de Los Siete Samuráis), solo que las comprensiones modernas hacen que todo se vea más desechable, y no necesariamente por ser un remake. Esto último queda demostrado con grandes remakes modernos como los westerns El Tren de las 3:10 a Yuma o True Grit, donde los hermanos Coen superan a la versión original a base de inteligencia sobre la fórmula establecida. Este filme se ve y se siente moderno, pero su relato y lenguaje están parados en la tradicionalidad del género. Lo que se mejora es lo mismo que hizo a El Asesinato de Jesse James una gran película: el desarrollo y las actuaciones. Estos dos aspectos son los que han mejorado en los westerns contemporáneos, y pensar en los mismos han permitido evolucionar su lengua habitual. Hay excelentes encuadres en True Grit, donde se subrayan buenos planos generales, excelentes planos enteros y un contraste de sombras y siluetas cortesía del maravillo director de fotografía Roger Deakins.

Fuente: elladog

Regresando a los híbridos del siglo XXI, Hollywood también ha colocado el arte del oeste en categorías más obvias y menos acordes. La comedia se ha cruzado con el western en el pasado, por ejemplo en Locuras en el Oeste de 1974, que respetuosamente jugaba con el género y mantenía sus costumbres para contar el chiste de turno. La comedia contemporánea encima del western olvida todo eso y deja que el humor se vuelque sin filtro. Hay casos vergonzosos recientes que degradan al western, pero no por comedia, sino por el desinterés de su lenguaje. Comedias como A Million Ways to Die in the West y The Ridiculous 6 prometieron algún respeto por lo establecido, pero rápidamente lo abandonaron para dar lugar a la comedia grosera y técnicas audiovisuales alejadas de lo clásico.

Mel Brooks filmó Locuras en el Oeste con la concepción clara de lo que parodiaba. Sin embargo, en el caso de las comedias contemporáneas, todo funciona a favor de contar un chiste que no necesariamente tiene un propósito dentro de la realidad que habita. Si al público objetivo no se le ofrece lo tradicional es porque el mismo no tiene razón para verlo, pero entonces, bajo esa falta de interés, ¿dónde entran los juicios para ubicar una comedia en el antiguo oeste?

La comedia grosera es algo muy contemporáneo, por eso es lógico que ésta se una a todos los géneros. ¿Solo por eso la vemos junto a un western? Quizá, lo que sí es claro es que su unión supone un lenguaje centrado en risas y no en cabalgatas hacia el atardecer. Es así como resulta más cómico ver el nacimiento de un niño en un encuadre que aparenta ser el punto de vista del bebe, lo cual ocurre en A Million Ways to Die in the West, en vez de verlo desde un plano medio tradicional. Ese es el tipo de cine que ofrece esta clase de western combinado, dónde el lenguaje manda según las intenciones y el público, pero no el género

Poniéndole un fin al círculo de westerns cruzados, otras producciones han sabido separarse de lo básico manteniendo el aspecto. La peculiar Rango de Gore Verbinski probó en 2011, un año después de True Grit, que el western no había muerto pero si había libertades para transformarlo. Esta pieza de cine moderno recurrió a los encuadres más acordes del género y los usó como homenaje. El punto de homenaje es el que interesa en esta excelente animación, ya que el siglo XXI se caracteriza por estar varado en un punto donde el western ha pasado a ser algo a homenajear. No todos, pero gran parte de los ejemplos mencionados pretenden recordar el género en vez de formar parte del mismo. Películas como El Llanero Solitario, A Million Ways to Die in the West o hasta la nueva Siete Magníficos parecen estar visitando un western en vez de vivirlo.

El siglo XXI le permitió al western arriesgarse en base a lo que el público exigía y todavía exige. Esa no es la mejor razón para abrir nuevos caminos, aunque eso no quita que su lenguaje, lo más tradicional, se desinhibiera como consecuencia de una nueva etapa en el cine. ¿Mejor o peor? Eso es discutible, pero la misma es lo suficientemente poderosa como para cambiar drásticamente una de las cosas que Hollywood ama más.

Durante un largo tiempo, el western fue un género de respeto y tradiciones que evolucionó con soltura y sentido aun en sus momentos más extraños. Era un intocable. El siglo XXI dejo huella en el mismo y mostró que puede ser explotado en todas direcciones. Eso no significa que haya muerto, pero es evidente que por una vez, los clásicos que nacerán del género en el futuro no serán los usuales. El lenguaje del western cambió para siempre y para bien en torno a las posibilidades. Los años 2000 forjaron la llave para abrir por completo las puertas del oeste y explorar sus oportunidades en pantalla. Ya sea que en la televisión veamos Deadwood o Westworld, o que el cine nos atrape con Django Sin Cadenas o la reciente Bone Tomahawk, hoy los westerns ofrecen oportunidades que antes eran inviables. Ya sea que esas oportunidades sean aprovechadas o no, eso está por verse, particularmente frente a un cambio que todavía no ha concluido su transición. Más allá de las producciones obtenidas, el siglo XXI demuestra que las legendarias fronteras del western siguen teniendo territorios por los que cabalgar.

Nota: Este análisis reflexivo fue realizado en respuesta a una tarea sobre cambios audiovisuales perteneciente a un taller universitario.

Comentarios